Siberia es ese inhóspito territorio de la parte asiática oriental de Rusia, famoso por su clima extremadamente frío y por unos paisajes que parecen de otro planeta. El terreno es árido y rudo, y si no eres capaz como viajero de traducir esta soledad y crudeza en una experiencia positiva, quizá no vuelvas nunca.
Afortunadamente, Siberia, el enclave ruso de los destierros en los lejanos tiempos del camarada Stalin, ofrece, además del frío y la desolación, una cara un poco más amable, más fluida y viva: la del río Lena.
El Lena es, junto al Obi y el Yenisei, uno de los grandes ríos siberianos que vierten sus aguas al Océano Ártico. Además, se encuentra entre los más largos y caudalosos ríos del planeta, lo que lo convierte en una gran médula espinal que fluye desde el sur de la meseta Central Siberiana hasta su desembocadura en el mar de Láptev.
A pesar de su inconmensurable grandeza, el río Lena no fue descubierto hasta el siglo XVII, concretamente hasta el año 1620, gracias a varias expediciones lideradas por Demid Pyanda y Vasily Bugor que prolongaron el territorio explorado hasta las tierras del delta del Lena. Una zona de casi 11.000 km2 que permanece congelada la mayoría de los meses del año.
Un largo invierno, para un largo río
El río Lena nos ofrece a lo largo y ancho de su trayectoria, 2.000 afluentes y un total de 4.400 Km de longitud. Una de las grandes curiosidades del río siberiano por excelencia es que es el único caudal del mundo que transcurre en su totalidad en suelo permafrost. Se trata de una capa de suelo permanentemente congelado que se encuentra en las regiones preglaciares, si bien hay algunas épocas del año donde dicha capa no se encuentra cubierta completamente de nieve o hielo.
El Lena es famoso además por dar apodo a Vladimir Ilich Uliánov (Lenin) y por su extraordinaria capacidad para formar parte de la vida y de las artes de los rusos. Algo que queda patente en la increíble escultura “Beauty Lena” creada por Nikolay Chosochasov que homenajea al gran río ruso desde la localidad de Olekminks.
Del nacimiento a la desembocadura, todo es belleza
Si nos remontamos al lugar donde empieza todo, tenemos que viajar a los Montes Baikal, al sur de la Meseta Central Siberiana y a unos 20 Km de Lago Baikal. Desde allí, el Lena fluye dirección Noreste, mientras en su camino hacia el mar se unen a su caudal los ríos Kirenga y Vitim.
El Lena vierte sus aguas en el Mar de Láptev, al suroeste de las Islas de Nueva Siberia. Aunque las precipitaciones de lluvia son muy escasas en la zona de captación de las aguas, el caudal medio del río es de 16,4 millones de litros por segundo en su desembocadura, permitiendo la navegación en gran parte de su recorrido.

El nombre del río proviene de “Efen-Evenk Elyu-Ene“, que se traduce como Río Grande. Unas dimensiones que también caracterizan a los conocidos como pilares del Río Lena. Se trata de unas formaciones rocosas naturales que se extienden a lo largo de 80 Km y tienen una altura de 150 m. Su origen es completamente natural y está relacionado con las temperaturas extremas de la región que varían entre los 60º bajo cero del invierno y los 40º C de la época estival. Unas condiciones meteorológicas que convierten la zona en muy poco habitable por el ser humano.
En cualquier caso, la belleza singular del río y sus riberas convierten a este rincón ruso en uno de los más atractivos del continente para los viajeros.
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Bellísimos paisajes.
Gracias por compartir y gracias por vuestro trabajo tan profesional en todos los proyectos que he hecho con vosotros
Un saludo,
Muchas gracias Roberto, como siempre es un placer trabajar con vosotros.
Un saludo cordial.