Si hace unos años parecía impensable que internet fuera a transformar radicalmente nuestros hábitos de consumo, hoy es una realidad palpable, como demuestran cada día los datos de ventas. Según un estudio del Observatorio Nacional de las Telecomunicaciones y de la Sociedad de la Información (Ontsi), dependiente del Ministerio de Industria, el comercio electrónico y los negocios por internet representaban a cierre del año pasado 20.745 millones de euros, con 20 millones de internautas compradores que se gastan de media mil euros al año por persona.
La penetración de los teléfonos inteligentes o smartphones y el ahorro de tiempo, mejor precio y comodidad que aducen los compradores online para realizar sus pedidos se han convertido en potentes factores de expansión del comercio electrónico. Gigantes de la distribución como Amazon se han insertado en la mente de los consumidores e incluso grandes firmas como El Corte Inglés están mejorando su capacidad de servicio para facilitar las compras por internet.
Pero el comercio electrónico no solo se nutre de grandes nombres. El hecho de que cualquier emprendedor pueda conectar con una clientela global sencillamente a través de una página web, si sabe posicionarla adecuadamente en los buscadores, como Google, ofreciendo sus productos y servicios, ha dejado de ser una posibilidad para convertirse en realidad. El ejemplo más notorio lo representa Aceros de Hispania, creada por Ricardo Lop desde un pequeño pueblo de Teruel, que ha logrado vender 13.000 referencias de productos en más de 100 países.
Esta oportunidad de negocio, de poder vender cualquier cosa en cualquier lugar del mundo, requiere de una plataforma tecnológica para facilitar los medios de pago y realizar un seguimiento de las ventas que hoy día está al alcance de la mano de cualquier persona. Pero aparte del diseño de la página y del atractivo del producto que ofrecemos, muchas veces se olvida lo más fundamental a la hora de dirigirse a potenciales clientes que puedan estar buscando ese producto en Francia, Portugal, Estados Unidos o China: el idioma en el que nos dirigimos a ellos.
Aunque depende del mercado al que nos queramos dirigir, sin duda el inglés se ha convertido en el lenguaje internacional por excelencia, tanto culturalmente como en el mundo de los negocios. Podemos caer en la tentación de pensar que tan solo es necesario utilizar uno de los muchos traductores que pululan por internet para realizar una traducción ‘correcta’ de nuestra página web. Pero esto puede significar el mayor error de todo el proyecto de nuestro negocio online.
Aparte del correcto uso gramatical del idioma que un traductor online no puede facilitar, existen infinidad de detalles a la hora de trasladar un texto del español al inglés o a cualquier otra lengua que están más relacionados con los usos y costumbres culturales que con la mera traducción palabra por palabra de un texto.
Esto se puede comprobar en la traducción de las etiquetas de algunas prendas de ropa, que hasta resultan cómicas, o a la hora de trasladar literalmente la descripción de un producto de alimentación a otra lengua, que puede tener connotaciones extrañas para los hábitos de ese país. Razones más que de sobra para contar con especialistas en llevar a cabo traducciones profesionales a medida de los emprendedores.
Las grandes marcas internacionales tampoco se escapan de este infortunio de las malas traducciones, simplemente por no pensar correctamente lo que están haciendo. Le pasó por ejemplo a Coca Cola cuando decidió entrar en el mercado chino y eligió unas palabras que sonaran igual que los fonemas en inglés, solo que en mandarín el significado de dichas palabras juntas era yegua rellena de cera o muerde el renacuajo de cera, según el dialecto del gigante asiático.
Así que si internet permite acceder a un mercado mundial de potenciales compradores ¿por qué estropear esta oportunidad por una mala traducción?